La educación virtual es un reto para los nuevos tiempos de
globalización, implica que se interactúe simultáneamente (de forma sincrónica o
asincrónica), con otras personas en todo el mundo. La capacidad que debe
desarrollar un estudiante con estas técnicas, con el acceso a la información
rápida y dentro de un bagaje de información amplia es saber discriminar y
distinguir la información sensible, apropiada y que vaya de acuerdo con los
objetivos que se persiguen.
El hecho de ser autónomo en el proceso de aprendizaje conlleva
mucha responsabilidad, más allá de la que puede tener un estudiante en la
modalidad presencial y/o tradicional, en virtud de que el estudiante es guiado
en todo momento por el profesor, y éste le indica por qué dirección ir y qué
información puede complementar en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin
embargo, la experiencia refiere que un estudiante promedio se mantiene con la
información vertida por el docente y no hace más allá por realizar una
investigación más profunda, creando una dependencia y cercenamiento de
reflexión por parte del mismo.
En contraste con la educación virtual, el aprendizaje forza al
estudiante a autogenerar capacidades, estrategias, responsabilidades, pero
sobre todo competencias y “ conscientizarse [sic], de qué y cómo se aprende,
cómo mejorar el proceso, discernir para la toma decisiones propias en el campo
personal y profesional” (Sierra, Jorge), creando con ello un desarrollo de
orden superior.
Es un reto para los nuevos tiempos, pero creo que es una coyuntura
que los gobiernos deben emplear para abatir los altos índices de analfabetismo,
principalmente en los países del Tercer Mundo, ahora llamados Emergentes.
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